Emprender, vacaciones y mucha dispersión



En Puerto Madryn las vacaciones de invierno ya terminaron y después de los festejos por el aniversario de nuestra ciudad (el 28 de Julio) las clases iniciaron otra vez... Otra vez los horarios y las rutinas. Pero no tenía idea que esos días iban a tener un par de situaciones inesperadas y nuevas lecciones que me tocó aprender a la fuerza…

Hace un par de semanas yo me preparaba para tener días diferentes, con más relax y sin las corridas de las tareas, ni los mapas o las clases de inglés. Esperaba que fueran días simples y súper simples! Pero resultaron todo lo contrario:

Algunos de mis cuadernos y libretas combinan muchos papeles y telas, varias de esas telas deben coserse para armar cubiertas y forros, así que, obviamente, mi máquina de coser resultaba la herramienta indispensable para esas dos semanitas que tanto había esperado. Y justo allí llegó la primera sorpresa, mi Necchi setentosa (que era de mi mamá pero desde mi adolescencia eramos inseparables) decidió hacer oficial nuestra ruptura.

La verdad es que ya llevábamos demasiados meses (¡años!) de momentos tensos y estresantes. Si bien hemos tenido muy buenas épocas e incluso me acompañó cuando viví sola en otra ciudad (y me dio una mano bárbara para tener unos pesitos mientras estudiaba) finalmente nada sirvió para detener lo inevitable y así, sin lagrimitas ni reproches me dio el ultimátum y todo lo nuestro se terminó… Por supuesto ya hacía tiempo que fantaseaba con reemplazarla más adelante pero no me quedó otra que enfrentar un gasto que (por supuesto anhelaba desde lo más profundo) pero que definitivamente no formaba parte del presupuesto “oficial”.

En medio de toda esa locura de calculadora a full y mails interminables para comprar desde Buenos Aires, empecé a darme cuenta que una de mis muelas también pensaba cortar relación conmigo, pero ella fue definitivamente un poco más ruda en mostrar sus intenciones: dolor + dolor + dolor + remedios + inyectables + gastos + todo eso junto otra vez!!

Pero lo que yo no sabía era que una cosita más me tendría los nervios de punta y pondría a prueba mi paciencia. Se trata de eso que te pasa cuando te acostumbrás a las rutinas (por lo menos la de mis mañanas de lunes a viernes) y cuando aparecen los imprevistos se te da vuelta todo, todo, todo! 

Ese es un problemita que tengo y me descontrola, soy una experta en dispersarme y distraerme, además para mí es imposible no responder cada vez que me hablan o me hacen una pregunta… Y ahora mi hija estaba por las mañanas, llena de energía, sin sueño y repleta de preguntas, como siempre, pero en un horario para el que yo no me había preparado.

Cada día intento organizar mis tareas como si armara un gran rompecabezas vertical, casi como una montañita de ocupaciones en equilibrio, sin caerse…  Y cada vez que mi hija me hablaba esa montaña de cosas que yo iba apilando en orden de repente se desarmaba y yo me encontraba empezando de nuevo, intentando acomodar el despiole de mis ideas y pensamientos revueltos. “¿¿Qué era lo que estaba haciendo??” fue la pregunta que me hacía a cada rato los primeros días.

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Tenía que dibujarlo... (¿la falta de talento artístico podría justificarse con el exceso de medicación recetada por el dentista?)






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Pero la historia (de esas dos semanitas) termina con un final muy, muy feliz:

-Las clases empezaron con la recepción de mi amada Janome, con mesa extensible y unos accesorios totalmente divinos para proyectos súper soñados!

-Mi muela se fue (aunque dejó sus tristes recuerditos y algunos números rojos) y puedo volver a comer sin necesidad de ver estrellitas ni tener ganas de bombardear a la obra social.

-¿Qué aprendí? Que aunque lo inesperado parezca horrible (horrrrrible, doloroso, espantoso y un asco!) siempre tengo la oportunidad de ser feliz igual.

-Que mi salud sigue frágil en varias áreas pero no puede limitarme si yo no quiero.

-Aprendí que una costa tranquila y dos personas a mi alrededor pueden transformar broncas y dolores en “paz”.

-Que mi familia sigue en primer lugar, ellos lo saben y todo eso no debe cambiar.

-Y lo más hermoso fue que conseguimos para mi hija justo lo que esperábamos:  que de estas vacaciones ella pudiera tener recuerdos felices. Pocos y muy simples pero felices: recorridos maravillosos por la costa viendo ballenas a unos pocos metros, juegos de mesa, y algunas pelis de a tres (en casa, abrigados y juntos)

Mi hija es mi mentora (sin tener la más mínima idea) y ella sigue enseñándome todas esas cosas que tengo que aprender… 

Este invierno parece ser un lugar muy simpático y entretenido. Tuvimos un Julio que se va repleto de experiencias positivas y llegamos a un Agosto ocupado pero lleno de oportunidades que nos esperan para divertirnos y seguir recopilando lindos recuerdos!!


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