Con el agua al cuello (literalmente)


¿Alguna vez les pasó que están muy seguras de algo que les sucede pero todos, TODOS, los demás les aseguran que no es así?

Bueno, hoy les cuento de una historia cortita y reciente con algo como eso y una especie de moraleja, por decirlo de alguna manera.

A veces está muy bien ir contra la corriente y defender nuestro punto de vista (aunque parezca rebelde o disparatado). Pero otras veces está en juego lo que creemos de nosotras mismas y terminamos dudando de nuestras capacidades. En esos momentos, aunque tengamos personas sinceras para cantarnos la posta, igual no vemos la verdad, porque nuestros preconceptos nos dejan ciegas y -para decirlo con todas las letras- pueden terminar regalándonos un futuro realmente estúpido.




Mi hija asiste una vez por semana a clases de natación. Comenzó a los cinco años (ya tiene ocho) y cada martes sucedía lo mismo: agarraba su mochila, se ponía su maya, gorrito, antiparras y …una inmensa cara larga de desgano porque no le gustaban ni medio.

Su gran problema no era que ella "no sumergía completamente la cabeza" o "que no se animara a lanzarse estilo bomba desde el borde de la pileta". No. Su gran problema (y se encargó de recalcármelo varias veces) era que "los demás hacían mejores cosas que ella". Si ella hubiera sido la única en esa pileta, no habría nadie con quién compararse y hubiera disfrutado de jugar y chapotear. Sí, eso justamente, su problema eran los talentos ajenos.

COMPARARSE Y AHOGARSE EN UN VASO DE AGUA

Compararnos puede ser la peor de las costumbres, la que más nos esclaviza y nos deja totalmente vulnerables al dolor y la frustración... o por lo menos nos roba miles de momentos felices y tesoros de valentia a las almas inseguras, acostumbradas a no creer en sí mismas.

Hace un par de días leía a Deb y me sorprendí con sus post, fue por eso que me decidí a publicar esto esta semana. Cuando hay temas que te empiezan a rodear es mejor no esquivar el asunto y, finalmente, me quedé con algunas de sus palabras para compartirlas acá:

Picture by Deborah Marín
Últimamente ella está pasando (y creando) muchos cambios en su vida y sus palabras tienen una montaña de sinceridad y sencillez que son herramientas geniales para hacerte reflexionar (ok, es cierto, no me canso de recomendarles su blog) -
La imagen pertenece a su galería de Instagram, el texto pertenece al post del enlace anterior.






Pero no quiero irme por las ramas y vuelvo al tema, porque ahora viene lo bueno:



EL DÍA QUE PASÓ ALGO SÚPER LOCO

Pasó el tiempo y llegó por fin un martes, igual a los anteriores, sólo que esta vez mi muchachita me pidió que la filmara, ya que mi esposo no puede quedarse a ver las clases de natación completas porque debe volver a su trabajo, y quería mostrarle a su papá que ya podía meterse dentro del agua “hasta la nariz”.

(Nuestra tarea súper inútil desde hace semanas era la de intentar convencerla de que ella ya metía toda la cabeza bajo el agua, pero jamás nos creyó: estaba súper segura que eso era algo que no podía hacer. ¡Claro! Con los ojos cerrados, las dos manos tapando la nariz y el cuerpo súper tenso, se sumergía apenas unas fracciones de segundo y era obvio que todo eso no le dejaba mucho margen para imaginarse un panorama feliz)

Así, esa tarde, me despedí de mi esposo, preparé el teléfono y me quedé mirando a través del vidrio que me separaba de la pileta. Esa nena de gorrito azul me miró y cuando estuvo segura de que yo la estaba filmando, me saludó, se puso las antiparras, se tapó la nariz con las manos y desapareció sumergida dentro del agua. Por supuesto no era la primera vez que la veía hacerlo, y como broche de oro salió saltando feliz para terminar haciendo una planchita de espalda… Casi nada ¡ja!

Por la noche ella quiso mostrarle a su papá la filmación que todavía no había visto. Pero ninguno de los tres estaba preparado para lo que sucedió ¿Qué pasó? Ella empezó viendo parte de la rutina de siempre, el saludo, las antiparras y… De repente su carita se iluminó completamente: mientras en la pantalla su cabeza iba desapareciendo bajo el agua sus ojitos miraban asombradísimos y se abrían más y más mientras se quedaba con la boca abierta y empezaba a sonreír después y a saltar re feliz.

Sí, en apenas algunos segundos ella supo de lo que era capaz.

No podía creerlo, fue una especie de revelación y una prueba de valor certificadísima. Ya sabía meter la cabeza bajo el agua y nadie se lo contó y nadie intentaba convencerla de nada. No hacía falta, ya estaba claro: ella podía y ya no había forma de pensar lo contrario.

Así fue como tuvimos un antes y un después de esa noche en que ya no aguantaba las ganas de que llegue el próximo martes. Y en la clase siguiente tuvo el plus de que por primera vez abrió los ojos debajo del agua “¡Mami, hay todo un mundo diferente ahí. Es otro mundo!”.

Ese otro mundo es el que yo quería que viera hace meses, era un mundo de ánimo y de confianza pero ella no iba a creerme ni a mí, ni a mi esposo. A nadie. Necesitó tener la verdad de frente y sin intermediarios. Descubrió que ella podía, y ahora ya lo sabe.

Compararte no te deja ser quien podés ser, pero “saber” te hace libre, y decidir te hace feliz.

Yo sé que demasiadas veces me quedé con los ojos cerrados y no veía de lo que podía ser capaz, pero ahora intento mirar todo diferente. Aunque todavía necesite taparme la nariz con las manos y no me anime a lanzarme como bomba en la parte más profunda (esto iba a ser metafórico, pero el verano pasado estuve en una piscina y no pude tirarme en bomba, ja, ja, no me animé y les juro que lo intenté).

Espero aprender a darme cuenta cuándo debo ir contra la corriente y cuándo debo dejar de creerme las mentiras que se inventa mi cabeza. Debo dejar de compararme y empezar a brazear porque lo que hay adelante no quiero que me lo cuenten, lo quiero ver yo misma y no en un videíto, no como expectadora...

Y ustedes ¿también sufren con compararse y discuten con su cabeza más de lo que deberían? Tengan valor y anímense a abrir los ojos bajo el agua y encontrar mundos nuevos llenos de cosas simples que las hagan felices, porque al final es más lo que tenemos que lo que creemos que nos falta ¿no?

♥♥♥

Feliz fin de semana y nos vemos en unos días, porque cumplo un añito con mi cuenta en Instagram y tengo muchísimo para agradecer, además quiero mostrarles algunas previas de cuadernos y otras cositas que ya van tomando forma. ¡¡Las espero♥ y gracias por leerme!!


2 comentarios

  1. Hola, te confieso que pasé por acá un par de veces, y hoy entré buscando tu Pinterest, me pareció ver que tenías un tablero de emprendedorismo (si no abuso mal de mi memoria)...
    Pero es la 1era vez que te escribo. Siento con el corazón en la mano cada una de las palabras de este post. Estoy tratando de emprender pero las cosas no sales como lo planeo. No sé bien de lo que soy capaz de hacer, pero sí conozco como la palma de mi mano mis limitaciones y mis errores. Me falta un poquito creer en lo que soy capaz. Voy a volver y volver a releer este post que siento que fue escrito para mí. Gracias enormes.
    Un beso,
    Lau

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    1. ¡¡Lauren, gracias!! Tu comentario me deja tan tranquila (y súper feliz), porque la verdad no tenía nada de tiempo para publicar esto pero todavía no logro amaestrar a mi cerebro y cuando una idea me da vueltas no me queda otra que hacerle caso. Así, con un montón de “prioridades” en las que esto no aparecía, terminé tipeando y dejando esa historia acá (que claro, es para mí, porque en esto de compararme y no ver lo obvio tengo mucha carrera, ¡ejem!)
      Pero saber que le pudo servir a alguien es toda la recompensa que puedo desear por mi desobediencia organizativa ;) Y encima descubrir lo que significó para vos… ¡no puedo más de satisfecha! Gracias por tomarte el tiempo para compartirlo♥ ¡Un abrazo enorme, besotes!

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